El pasado mes de marzo, Arcade Media en conjunto con Cinépolis, Crunchyroll y Doki Doki City, trajeron a las salas de la mencionada cadena la serie Yuri on Ice. Fueron cinco horas de hombres hermosos y bidimensionales haciéndose cariñitos con patinaje artístico, que muchas fans del género Boy’s Love agradecieron enormemente. Pero, entre el mar de fanaticada otaku, resaltaban otras personas que parecían no tener más opción que estar en la sala: PAPÁS.
No me esperaba ver este extraño espécimen de espectador en una función como la serie completa de Yuri on Ice. Es decir, vi a algunos hombres mayores en la sala, y pues yo no los iba a juzgar si es que habían ido por su propia voluntad, pero pasaron apenas unos minutos para darme cuenta de que esos pobres hombres estaban ahí para cuidar a su progenie, más que por sus ganas de ver husbandos en leotardo.
Me tocó sentarme junto a uno de estos hombres. Debo confesar que me extrañé al percatarme de que el señor, de tal vez unos cuarenta y tantos años, que reposaba en su regazo una mochila floreada con pines de la serie en cuestión, se encontrara sentado en medio de la gran sala de cine. Un par de veces lo miré discretamente, y así me di cuenta de que venía con su hija, una chica de tal vez quince o dieciséis años. El pobre hombre parecía que en verdad había hecho un gran sacrificio para no dejar ir sola a su niña (ya saben, la seguridad hoy en día no está en su mejor momento), y, a pesar de que no lo estaba disfrutando, percibí que hacía lo posible por pasársela bien.
Yuri on Ice tiene buena dosis de comedia; algunos momentos graciosos le sacaron una sonrisa al señor. A veces se revolvía, algo incómodo, cuando aparecía Victor en escena y las fans enloquecidas gritaban como si no hubiera un mañana. En esos casos, el Señor que veía Yuri on Ice se quedaba en su asiento, buscaba alguna mirada cómplice de su incomodidad, y al no encontrarla, se enfocaba en la pantalla o salía por dulces.
Y así fue un par de horas.
De pronto, algo pasó. Las fans estaban quietas, calladas… distraídas. Ya no había en pantalla bellos hombres patinando. Se trataba de una escena en la que Yuri Plisetski, el rival ruso de Yuri Katsuki, es consignado a encontrar su ágape (un tipo de amor puro, incondicional y no sexual). Al tratar de evocar ese sentimiento, el personaje recuerda a su abuelo.
El Señor que veía Yuri on Ice se enderezó en su asiento. Se escuchaba un murmullo generalizado de varios asistentes a la función, parecía que todos estaban desinteresados de la escena en cuestión. Porque la serie trata de ver sexys patinadores enamorándose entre sí, ¿por qué habría de interesar una escena donde un anciano le da consejos inspiradores a su nieto?
Pero el padre de familia percibió algo más. Estaba absorto. Conmovido. Cuando terminó la escena, suspiró, satisfecho. Rápidamente dirigió su mirada hacia su hija, que revisaba su teléfono. Luego volvió a fijarse al frente.
-Qué bonito estuvo eso- comentó a nadie en especial.
Su hija le devolvió una sonrisa de satisfacción. Pensé que, tal vez, la chica se había preocupado de que su padre estuviera a gusto en el evento.
-¿Sí te está gustando, papá?
-¡Está divertido! Y esto que le dice el abuelo al güero…Qué bonitos mensajes traen tus series.- Terminó el hombre, mientras le daba una palmada en la mano a su hija.
Y el Señor que vio Yuri on Ice siguió riendo el resto de la proyección.
Imágenes:
Yuri!!! On Ice (2016) MAPPA Studio | Crunchyroll