Pero México está más bonito, ¿no?

Me encontré a un amigo en un evento de videojuegos. Hacía rato que no nos veíamos, pero él, pendiente de mis redes sociales, me preguntó cómo me había ido en mi viaje a Japón.

(Y es aquí cuando te enteras de que este artículo es sólo para presumir que fui al país del Sol Naciente. Ok, no).

Volviendo a ese momento, platiqué con mi amigo acerca de mis vivencias en dicho país. Preguntó si había visto el Monte Fuji, y yo, conmovida por el recuerdo del coloso con punta nevada, se lo describí a detalle. Inesperadamente, él me interrumpió.

 

-Bueno, sí, pero te apuesto a que el Popocatépetl está más bonito.

Mt. Fuji desde el tren bala

No se me había ocurrido. Y, lo que es más importante, caí en cuenta de que no era la primera vez que recibía comentarios como ese.

Como buena otaku, mi sueño de toda la vida siempre fue visitar tierras niponas, así lo hice y lo disfruté muchísimo, regresé con muchas fotos e historias, pero hasta que mi amigo comentó que el buen Don Goyo era más bonito que el Monte Fuji, recapitulé todos esos comentarios enfocados en realzar nuestra…¿soberanía nacional?

Parecía una batalla importante de ganar: que si el Popo o el Fuji, que si los japoneses son bajitos, que si son más machistas que aquí, que si Shibuya es como Santa Fe o que allá tienen problemas de suicidio. Alguna vez comenté en mi familia (reunión de tíos y primos, ya saben) mi interés de ir a estudiar un tiempo en Japón; hubo un pequeño escándalo, entre quienes comentaron que corría el riesgo de ser discriminada porque ‘los japoneses no quieren a los mexicanos’, y también hubo quien cuestionó mi criterio con respecto a ‘si subestimo a las universidades de aquí’, alguien incluso dijo que si lo hacía para ligar, lo olvidara. No me lo tomé a pecho, pero ya eran muchas opiniones como para no notar que había algo en común: la imperiosa necesidad de defender a México por encima de todo.

Muchas veces me vi en la necesidad de aclarar que nada tiene que ver mi identidad nacional con mi creciente amor por Japón. De hecho, me gusta mucho México, aquí nací y seguro aquí me moriré, aquí vive toda la gente que amo, y, si bien el país no está en su mejor momento, nunca he pensado que ya no aguanto vivir aquí.  Naturalmente, mi afición viene del mero hecho de ser friki. Y estando en el país nipón, por supuesto que comparé lugares con lo que tenemos aquí (vamos, es como ir a Guadalajara y comparar las calles con el Centro Histórico de la CDMX), creo que es algo normal en un afán de encontrar seguridad en la similitud de lo conocido. La verdad es que Japón y México podrían ser muy parecidos en su geografía y arquitectura, pero definitivamente la gente se siente distinta.  No, tampoco voy a comparar qué personas son mejores, porque, aquí  y en China (digo, Japón), hay gente buena o gente mala o gente medio-medio. Estando allá, hubo personas que me empujaron, me pusieron mala cara, o que se veía que realmente estaban haciendo un esfuerzo por interactuar conmigo. Pero está perfecto, a fin de cuentas, son humanos. Exactamente como nosotros.

Podría ser el cruce de Madero con Eje Central…

Me queda claro que Japón tiene muchos problemas también, tanto en su sociedad, como en sus recursos naturales y la incipiente amenaza de un ataque nuclear. Y los problemas de aquí, todos los tenemos presentes. ¿Hay entonces algún beneficio entre decidir qué país es mejor?

Yo creo que el Monte Fuji y el Popocatépetl seguirán en su sitio, impasibles, imponentes, sin importarles lo que opinemos con nuestras comparativas.

(El Monte Fuji mide 3776 m de altitud; el Popo, 5426, ahí se los dejo).


Imágenes:

Yakio

Me encontré a un amigo en un evento de videojuegos. Hacía rato que no nos veíamos, pero él, pendiente de mis redes sociales, me preguntó cómo me había ido en mi viaje a Japón.

(Y es aquí cuando te enteras de que este artículo es sólo para presumir que fui al país del Sol Naciente. Ok, no).

Volviendo a ese momento, platiqué con mi amigo acerca de mis vivencias en dicho país. Preguntó si había visto el Monte Fuji, y yo, conmovida por el recuerdo del coloso con punta nevada, se lo describí a detalle. Inesperadamente, él me interrumpió.

 

-Bueno, sí, pero te apuesto a que el Popocatépetl está más bonito.

Mt. Fuji desde el tren bala

No se me había ocurrido. Y, lo que es más importante, caí en cuenta de que no era la primera vez que recibía comentarios como ese.

Como buena otaku, mi sueño de toda la vida siempre fue visitar tierras niponas, así lo hice y lo disfruté muchísimo, regresé con muchas fotos e historias, pero hasta que mi amigo comentó que el buen Don Goyo era más bonito que el Monte Fuji, recapitulé todos esos comentarios enfocados en realzar nuestra…¿soberanía nacional?

Parecía una batalla importante de ganar: que si el Popo o el Fuji, que si los japoneses son bajitos, que si son más machistas que aquí, que si Shibuya es como Santa Fe o que allá tienen problemas de suicidio. Alguna vez comenté en mi familia (reunión de tíos y primos, ya saben) mi interés de ir a estudiar un tiempo en Japón; hubo un pequeño escándalo, entre quienes comentaron que corría el riesgo de ser discriminada porque ‘los japoneses no quieren a los mexicanos’, y también hubo quien cuestionó mi criterio con respecto a ‘si subestimo a las universidades de aquí’, alguien incluso dijo que si lo hacía para ligar, lo olvidara. No me lo tomé a pecho, pero ya eran muchas opiniones como para no notar que había algo en común: la imperiosa necesidad de defender a México por encima de todo.

Muchas veces me vi en la necesidad de aclarar que nada tiene que ver mi identidad nacional con mi creciente amor por Japón. De hecho, me gusta mucho México, aquí nací y seguro aquí me moriré, aquí vive toda la gente que amo, y, si bien el país no está en su mejor momento, nunca he pensado que ya no aguanto vivir aquí.  Naturalmente, mi afición viene del mero hecho de ser friki. Y estando en el país nipón, por supuesto que comparé lugares con lo que tenemos aquí (vamos, es como ir a Guadalajara y comparar las calles con el Centro Histórico de la CDMX), creo que es algo normal en un afán de encontrar seguridad en la similitud de lo conocido. La verdad es que Japón y México podrían ser muy parecidos en su geografía y arquitectura, pero definitivamente la gente se siente distinta.  No, tampoco voy a comparar qué personas son mejores, porque, aquí  y en China (digo, Japón), hay gente buena o gente mala o gente medio-medio. Estando allá, hubo personas que me empujaron, me pusieron mala cara, o que se veía que realmente estaban haciendo un esfuerzo por interactuar conmigo. Pero está perfecto, a fin de cuentas, son humanos. Exactamente como nosotros.

Podría ser el cruce de Madero con Eje Central…

Me queda claro que Japón tiene muchos problemas también, tanto en su sociedad, como en sus recursos naturales y la incipiente amenaza de un ataque nuclear. Y los problemas de aquí, todos los tenemos presentes. ¿Hay entonces algún beneficio entre decidir qué país es mejor?

Yo creo que el Monte Fuji y el Popocatépetl seguirán en su sitio, impasibles, imponentes, sin importarles lo que opinemos con nuestras comparativas.

(El Monte Fuji mide 3776 m de altitud; el Popo, 5426, ahí se los dejo).


Imágenes:

Yakio

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