Akira es un manga excepcional, no sólo por su calidad, profundidad y contexto. Literalmente, se trata de la obra que conectó la cultura occidental con la cultura otaku. Pero, a pesar de ser un fan declarado del mangaka y director Katsuhiro Otomo, no había alcanzado a comprender el alcance que Akira -su trabajo más reconocido- había tenido en la cultura popular mundial.
Para empezar, mi primera exposición a esta gran obra se dió en el momento y de la manera equivocados. Recuerdo muy bien el día en que, a mis 10 u 11 años, una tía y sus amigos habían comenzado a ver la adaptación al anime de Akira en una VHS. La escena de los pandilleros motociclistas peleando y destrozando todo a su paso con una ola brutal de realismo y violencia, era algo que en ese entonces no me resultaba común. No sería quizás hasta los 13 años, después de ver “La Naranja Mecánica”, que ese tipo de cosas dejarían de sorprenderme.
Después de percatarse del error que había cometido, mi tía decidió que Akira no era una película apta para niños y que yo debía irme a dormir. Así lo hice, y no volví a saber de Akira hasta varios años después, cuando en la preparatoria comencé a consumir todo el anime que podía al estar rodeado de más personas con quienes compartir esa afición, y tener mis propios ingresos con los cuales costear el vicio.
Cuando por fin vi la película completa, me impresionó mucho. Al día de hoy, no puedo encontrar muchos puntos de comparación, no sólo en el anime, sino en el cine en general. Pocas películas pueden compararse con la maestría que Otomo demostró al sintetizar esa historia llena de simbolismo y crítica; ni con el meticuloso trabajo de animación artesanal que nos dió secuencias de acción tan espeluznantes y un trabajo de iluminación tan realista que dotan de vida a uno de los personajes más importantes: la ciudad de Neo-Tokyo. No cabe duda que este filme representa una de las obras maestras de ciencia ficción del siglo XX.
Pero todo esto y más ya ha sido dicho por personas mucho más calificadas que su servilleta. Así que, pasando al tema que nos atañe, les he de confesar que ya sea por desidia o terquedad, esperé hasta tener en mis manos un tomo impreso del manga de Akira para finalmente echar un vistazo a la obra original de Otomo. Quizás fue ese miedo a encontrar imperfecciones en algo que para mi gusto personal ya era imperfectible. Pero el punto es que gracias a la rama mexicana de Editorial Panini, por fin decidí darme a la tarea de adentrarme en las páginas que lo empezaron todo.
Panini nos ofrece un ejemplar de bastante buena calidad, apegado a su primera publicación japonesa en formato recopilatorio. La mayoría de sus páginas son en blanco y negro -a diferencia de la edición coloreada para el mercado estadounidense-, e incluso cuenta con una sobrecubierta con textos en chino e inglés, fiel a la edición japonesa. Su tamaño es mayor al que habitualmente vemos en los tomos de manga. De hecho, este detalle juega un papel importantísimo, ya que tanto el tamaño como la disposición de los paneles emula al formato de cómic americano y europeo.
Leí el primer tomo en el lapso de una semana y lo disfruté enormemente, pero tuvo sus bemoles. Las libertades que se tomaron en la traducción-tropicalizando algunas malas palabras al slang mexicano- son contadas. Y aunque este tipo de traducciones no son de mi agrado, debo decir que no entorpecen demasiado la lectura en este caso en particular.
Otro punto que me resultó sorpresivo fue que noté una ausencia del lenguaje visual comúnmente utilizado en el manga japonés. No observé transiciones a negro o espacio entre viñetas para indicar diferente tiempos, dinamismo en la geometría de los paneles, o exceso de recursos morfológicos en las expresiones de los personajes. Y dado que todos esos recursos ya estaban bien asentados en obras previas a 1982 -año de publicación de Akira-, me quedé confundido.
Fue hasta que decidí volver a acercarme a un círculo de lectura de cómic y manga en la Biblioteca Vasconcelos moderado por Roberto Martínez, que alcancé a comprender que estos y muchos otros detalles dan indicios de la intención del autor por crear un producto susceptible de ser comercializado en occidente. (Aprovecho para enviar un saludo a los organizadores de “El CLAC”).
Katsuhiro Otomo es un autor fuera de lo común, con una evidente influencia occidental. Con el paso de los años es claro que ha optado por dejar atrás el medio impreso para enfocarse más en su trabajo como director de producciones originales de animación. Esto se debe a que la industria del manga está, antes que nada, enfocada a satisfacer un mercado japonés complaciente, normalizado y hasta cierto punto xenófobo, ya que rechaza a las obras que intentan apelar más a un mercado global.
El caso de Otomo fue una excepción debido a que, después de Akira -y sobre todo después de su adaptación al anime-, los ojos del mundo se posaron sobre Japón y lo colocaron como una de las grandes potencias en la producción de entretenimiento y cultura popular. Esto abrió camino para que otras obras directamente inspiradas por la estética cyberpunk occidental tuvieran éxito a nivel mundial (como Ghost in the Shell o Cowboy Beebop). A Japón no le quedó más que reconocer los logros de Otomo, ya que incluso el gobierno nippon le otorgó una medalla de honor.
Enumerar las obras que sirvieron de inspiración a Otomo, así como las obras que posteriormente fueron inspiradas por Akira, resultaría interesante para un análisis más a fondo. Por ahora, les recomiendo mucho que no se queden sin adquirir esta delicia, pináculo de la narrativa gráfica, del cyberpunk japonés, y de la ciencia ficción en general. Para nuestra fortuna, aunque 36 años tarde, Panini lo estará publicando con periodicidad trimestral en $399 pesos cada tomo. ¡A ahorrar se ha dicho!
Imágenes:
Akira (1982-1990 Manga) – Katsuhiro Otomo, editado por Panini México (2018).
Akira (1998 Film) – TMS Entertainment Co., Ltd.