Fue un 26 de octubre del 2000, cuando Norteamérica tuvo en sus manos aquella secuela del laureadísimo Ocarina of Time:
The Legend of Zelda: Majora’s Mask
Un juego que, en su momento, se salió de todos los estándares que tenía Nintendo en cuanto a sus franquicias.
Recuerdo muy bien aquella época: siendo una niña de once años, y después de haber jugado incontables veces OoT, se rumoraba el desarrollo de una secuela, a la que llamaban Zelda Gaiden. Era una época en la que había que comprar revistas para informarse de las novedades; sin embargo, en la mítica Club Nintendo no ahondaban demasiado en la creación de un nuevo Zelda. Pero había otra publicación que no sólo abarcaba productos de Nintendo, sino también Playstation, y ahí daban noticias más frescas de lo que estaba disponible también en Japón. Pues bien, en aquella revista cuyo nombre no recuerdo, fue donde vi las primeras imágenes de lo que sería el llamado Zelda Gaiden, muy similares a lo que habían mostrado del Ocarina of Time japonés (y con todos esos rumores de que en esa versión podías encontrar la Trifuerza, y el mítico Templo de la Luz).
La salida de Majora’s Mask tiene relevancia en ese año porque, además, se había anunciado uno de los primeros Fines del Mundo con motivo del cambio de siglo. Debo confesar que yo me encontraba asustadísima con todos esos rumores, además de que venía saliendo de la “crisis” del Chupacabras. Nintendo aprovechó la atmósfera apocalíptica, y presentó Majora’s Mask con bombo y platillo con comerciales como éste:
Al ser una secuela directa de Ocarina of Time, las similitudes en gameplay con su predecesor eran evidentes. El encargado de este maravilloso juego fue Eiji Aonuma, quien fuera diseñador y director en Ocarina of Time, y que se quedaría encargado de la saga desde Majora’s Mask.
Si bien, Aonuma trabajó muy de cerca con Shigeru Miyamoto en la primer entrega de Zelda para N64, su oportunidad de oro fue al entregársele por completo la estafeta para realizar el siguiente juego…en dos años.
Aonuma lo resolvió con maestría. Tomando el mismo motor gráfico de Ocarina of Time, y muchos de los modelos de personajes que ya se tenían en dicho juego, los colocó en un universo alterno al que caía Link, después de volver a ser niño y que él emprendiera un viaje buscando a un buen amigo.
Lo que causó más controversia con respecto al gameplay, no fue el uso de las máscaras (el cual ya habíamos experimentado de manera muy leve en OoT), sino el paso del tiempo de tres días, y la necesidad de estar regresando al pasado para completar las búsquedas de la mejor manera. Conozco muchas personas que confiesan haber dejado este juego (o ni siquiera haberlo tocado) por dicha mecánica “engorrosa”. Sin embargo, en su momento, y aún ahora, para mí fue una genialidad; era maravilloso ver lo que los personajes, el pueblo entero, hacía día con día, cómo cambiaban sus actividades dependiendo del horario, y pasando a la parte de las misiones por completar, el hecho de realizar ciertas actividades en determinados momentos para continuar con la historia y salvar el misterioso mundo de Termina, le agregaron un magnífico toque de realidad a la saga.
En este juego, los desarrolladores se encargaron de generar una gran cercanía del protagonista con los demás personajes, de manera que el jugador se convierte en un verdadero agente de cambio para todas las personas que encuentras en tu camino y que, de alguna manera, te dejan algo más que ser un simple NPC. Algunas de las más memorables para mí, fueron la quest de Anju y Kafei, la historia de Pamela y su padre, y, por supuesto, el pobre Mikau.
Tras muchos años de hablarse de un remake, Nintendo complació a sus fans trayendo de vuelta este gran juego en su versión remasterizada para 3ds, al igual que Ocarina of Time. Lleno de detalles, fue una gran oportunidad para que los que ya eran fanáticos de este juego, lo volviéramos a disfrutar de manera fresca. Y para que, quienes en su momento no lo pudieron jugar, se adentraran por primera vez en este título que es considerado por muchos como el Zelda más oscuro de toda la saga.
Mi detalle favorito
Recordemos con cariño este gran juego, a dieciocho años de su estreno. Y si no lo has jugado, te recomiendo que lo hagas pronto. Toda esa gente te necesita.
Fue un 26 de octubre del 2000, cuando Norteamérica tuvo en sus manos aquella secuela del laureadísimo Ocarina of Time:
The Legend of Zelda: Majora’s Mask
Un juego que, en su momento, se salió de todos los estándares que tenía Nintendo en cuanto a sus franquicias.
Recuerdo muy bien aquella época: siendo una niña de once años, y después de haber jugado incontables veces OoT, se rumoraba el desarrollo de una secuela, a la que llamaban Zelda Gaiden. Era una época en la que había que comprar revistas para informarse de las novedades; sin embargo, en la mítica Club Nintendo no ahondaban demasiado en la creación de un nuevo Zelda. Pero había otra publicación que no sólo abarcaba productos de Nintendo, sino también Playstation, y ahí daban noticias más frescas de lo que estaba disponible también en Japón. Pues bien, en aquella revista cuyo nombre no recuerdo, fue donde vi las primeras imágenes de lo que sería el llamado Zelda Gaiden, muy similares a lo que habían mostrado del Ocarina of Time japonés (y con todos esos rumores de que en esa versión podías encontrar la Trifuerza, y el mítico Templo de la Luz).
La salida de Majora’s Mask tiene relevancia en ese año porque, además, se había anunciado uno de los primeros Fines del Mundo con motivo del cambio de siglo. Debo confesar que yo me encontraba asustadísima con todos esos rumores, además de que venía saliendo de la “crisis” del Chupacabras. Nintendo aprovechó la atmósfera apocalíptica, y presentó Majora’s Mask con bombo y platillo con comerciales como éste:
Al ser una secuela directa de Ocarina of Time, las similitudes en gameplay con su predecesor eran evidentes. El encargado de este maravilloso juego fue Eiji Aonuma, quien fuera diseñador y director en Ocarina of Time, y que se quedaría encargado de la saga desde Majora’s Mask.
Si bien, Aonuma trabajó muy de cerca con Shigeru Miyamoto en la primer entrega de Zelda para N64, su oportunidad de oro fue al entregársele por completo la estafeta para realizar el siguiente juego…en dos años.
Aonuma lo resolvió con maestría. Tomando el mismo motor gráfico de Ocarina of Time, y muchos de los modelos de personajes que ya se tenían en dicho juego, los colocó en un universo alterno al que caía Link, después de volver a ser niño y que él emprendiera un viaje buscando a un buen amigo.
Lo que causó más controversia con respecto al gameplay, no fue el uso de las máscaras (el cual ya habíamos experimentado de manera muy leve en OoT), sino el paso del tiempo de tres días, y la necesidad de estar regresando al pasado para completar las búsquedas de la mejor manera. Conozco muchas personas que confiesan haber dejado este juego (o ni siquiera haberlo tocado) por dicha mecánica “engorrosa”. Sin embargo, en su momento, y aún ahora, para mí fue una genialidad; era maravilloso ver lo que los personajes, el pueblo entero, hacía día con día, cómo cambiaban sus actividades dependiendo del horario, y pasando a la parte de las misiones por completar, el hecho de realizar ciertas actividades en determinados momentos para continuar con la historia y salvar el misterioso mundo de Termina, le agregaron un magnífico toque de realidad a la saga.
En este juego, los desarrolladores se encargaron de generar una gran cercanía del protagonista con los demás personajes, de manera que el jugador se convierte en un verdadero agente de cambio para todas las personas que encuentras en tu camino y que, de alguna manera, te dejan algo más que ser un simple NPC. Algunas de las más memorables para mí, fueron la quest de Anju y Kafei, la historia de Pamela y su padre, y, por supuesto, el pobre Mikau.
Tras muchos años de hablarse de un remake, Nintendo complació a sus fans trayendo de vuelta este gran juego en su versión remasterizada para 3ds, al igual que Ocarina of Time. Lleno de detalles, fue una gran oportunidad para que los que ya eran fanáticos de este juego, lo volviéramos a disfrutar de manera fresca. Y para que, quienes en su momento no lo pudieron jugar, se adentraran por primera vez en este título que es considerado por muchos como el Zelda más oscuro de toda la saga.
Mi detalle favorito
Recordemos con cariño este gran juego, a dieciocho años de su estreno. Y si no lo has jugado, te recomiendo que lo hagas pronto. Toda esa gente te necesita.